Saber leer

Parodi, G. (2010). Saber leer.  Bogotá. Aguilar. pp. 53-70

“En el lenguaje común y cotidiano, la palabra texto se usa a menudo para denominar un libro, sobre todo de estudio. Así decimos un <<un texto de química>>, <<un texto de historia>> Sin embargo, usado técnicamente, el texto es una unidad que no se puede definir por su longitud, dado que puede consistir en una sola palabra como <<salida>> o << ¡Vete!>>; una frase como << ¡Qué pena!>>; una novela o un ensayo! En realidad, texto es una unidad semántica (de significado) y no formal (de forma), cuya característica esencial es ser un todo coherente, internamente y con el contexto extralingüístico en el que se aparee. Los textos muy cortos (de solo algunas palabras o una frase) suelen ser comprensibles gracias al contexto en que se encuentran (…).” (p. 53)

“Los textos más largos se caracterizan por su coherencia interna. Incluso en el caso de los textos dirigidos a un público amplio e indeterminado, sin que sea necesario considerar el contexto en que se lee. Tal es el caso, de los diarios y los textos literarios que se pueden leer en cualquier parte (la casa, el avión, el autobús, el dentista, etcétera).

Esta característica, la coherencia, es la que hace comprensible los textos para quienes poseen un conocimiento previo, en lo esencial, sobre un tema análogo al del autor. Sin ese conocimiento, no es posible construir la coherencia y, consecuentemente, darle sentido al texto. En definitiva, lo que se busca es saber lo que dice un texto (los textos no dicen nada es solo una forma d decir) y, por lo tanto, comprenderlo y aprender de él. De lo Anterior se desprende que el significado no está totalmente en el texto y qué, como unidad de comunicación, el sentido se construye entre el escritor y el lector, como veremos más adelante”.

Existe aún otro factor o proceso cognitivo necesario para darle sentido a un texto. Es necesario que el lector imagine la situación a la cual se refiere el texto. <<No puedo continuar sin agua>> significa cosas distintas si, en una novela, lo dice: a) un jardinero, b) un alpinista sediento, c) un bombero y d) un dueño de casa mientras toma un baño. Pero eso no basta, puesto que esa situación debe ser entendida a la luz del ambiente cultural en el que se encuentra el escritor. De hecho, puede resultar difícil predecir qué podría significar en una novela, en la que la acción se sitúa en algún país del centro de África, la frase puesta en boca de uno de sus habitantes: <<Sobró tanta comida que tuvimos que llevarla a una residencia de la tercera edad>>

“Con anterioridad hemos señalado que un miso texto puede ser interpretado de manera distinta según el contexto cultural en el que el lector está inmerso. En ese proceso el conocimiento previo del lector resulta ser el factor gravitante. Ante esto surge una pregunta: ¿Cómo es posible captar el significado intencionado por el escritor si no se comparte su cultura ni son parte del conocimiento vivido por el lector las experiencias que el autor quiere comunicar? En realidad, resulta difícil e incierto precisarlo, pero todo ser humano nace con ciertas capacidades potenciales (algunas de las cuales hemos descrito) que serán importantes para la lectura comprensiva y que se desarrollarán luego a lo largo de su infancia. Una de ellas, posiblemente, sea el carácter difuso de nuestras representaciones mentales mencionado con anterioridad que, unido a la capacidad inferencial, permite las interpretaciones aproximadas que se van precisando a medida que se recibe más información” (p. 55)

“La interacción entre texto, lector y contexto que se genera en cualquier proceso de lectura surge a partir de la naturaleza cognitiva y social de cada ser humano. Esto es, cada vez que enfrentamos un texto escrito, lo hacemos porque queremos alcanzar objetivo, ya sea de carácter social, sentimental, promocional, financiero, intelectual, etcétera. Del mismo modo todo lector, todo lector, a partir de sus conocimientos de mundo, sabe ─ qué texto debe leer para alcanzar algunos de sus objetivos de lectura y también cómo lo leerá con el fin de cumplir sus propias demandas. En otras palabras, la lectura de un determinado texto es un acto intencionado, que un lector lleva a cabo con algún propósito. Puede que para cumplir ese objetivo seleccione un texto y ponga en cuenta un conjunto de estrategias de lectura que le permitan alcanzar su meta. A modo de ejemplo, podemos mencionar la situación cotidiana que cada uno de nosotros ha enfrentado cuando decide ir al cine a ver la última película de acción de su actriz o actor favorito. Si no posee información acerca del lugar, el horario ni el precio, quien decide ir al quien decide ir al cine, debe encontrar dicha información”. (p. 67)

“Para continuar profundizando los objetivos que orientan la lectura, resulta necesario abordar el concepto de género discursivo. Esto nos permitirá mostrar de mejor manera la relación que existe entre los conocimientos que tenemos acerca de los textos y los objetivos que establecemos cada vez que leemos.

Como ya hemos venido señalando, para que un individuo enfrente un texto escrito con éxito, es necesario que posea y ponga en uso una serie de conocimientos de tipo lingüístico y contextual relacionado con el texto que está leyendo, esto es posible puesto que las situaciones comunicativas que se generan en la interacción social son relativamente convencionalizadas y estandarizadas. Es decir, las situaciones comunicativas tienden a seguir un patrón que todos los miembros de conocemos y respetamos a modo de lograr una interacción efectiva y eficiente. Por lo mismo, tal como en la oralidad sabemos que la sal no se pide de igual modo en la situación comunicativa que se produce en una cena formal que en la que se produce en la casa de un amigo, también en la escritura deberíamos saber que una revista de moda no posee las mismas características lingüísticas estructurales que un texto de estudio” (p. 69)

 

“Las características prototípicas de las situaciones comunicativas, así como la de los textos que utilizamos para interactuar en ellas están almacenadas en nuestra memoria. De este modo, nuestra capacidad cognitiva de discriminación y abstracción nos permite identificar, distinguir y agrupar los textos que leemos, de acuerdo a sus características tanto contextuales como-lingüístico-estructurales. Los géneros discursivos constituyen abstracciones que el sujeto construye en su mente y almacena en su memoria a partir de los textos que enfrenta en su vida diaria (…) Esto conlleva a la idea de que aun cuando los géneros se actualizan como textos en la interacción social, existen, al mismo tiempo, como estructuras de conocimiento construidas y almacenadas de acuerdo a las experiencias previas de los individuos que las utilizan. En términos más concreto, cada uno de nosotros sabe diferenciar entre un folleto, un billete de avión y una revista de deportes porque los ha visto y los ha leído, al menos, alguna vez en su vida”. (p. 70)

 

Deja un comentario